abril 19, 2025

Una muerte violenta que debe ser la última

Un luto que no se olvida

La muerte de Josefa Fariñas García ha dejado una huella imborrable en la comunidad. Su trágico fallecimiento ha suscitado una oleada de condolencias que, se espera, contribuya a prevenir la repetición de actos tan atroces como el ocurrido en As Ermidas, una pequeña aldea que debería ser conocida por su santuario, la catedral de Valdeorras, y no por episodios de violencia como el del pasado domingo.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, expresó su apoyo a la familia de la víctima a través de las redes sociales. “Todo mi cariño a la familia y los seres queridos de la mujer asesinada en Ourense por violencia de género”, afirmó, añadiendo su más firme condena al terrorismo machista. “Erradicar esta violencia estructural es una responsabilidad que nos compete a todos”, concluyó.

Reacciones institucionales

El presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, también mostró su solidaridad con la familia de la víctima y abogó por la creación de juzgados especializados en violencia de género. “Aún faltan algunas ciudades, pero hemos logrado avances significativos. Es una buena medida, además de todas las iniciativas que estamos implementando. En todos los municipios de Galicia estamos llevando a cabo acciones dirigidas a combatir esta lacra”, afirmó.

Las concentraciones y momentos de silencio se replicaron ante las sedes de diversas administraciones gallegas, desde la Delegación del Gobierno hasta la Diputación Provincial, así como en concellos como O Barco, que manifestaron su apoyo a la familia de Josefa.

La voz de la comunidad

En O Barco, el alcalde, Alfredo García, se refirió a ciertos comentarios en redes sociales que le resultaron profundamente molestos. Explicó que estos se realizaron “en tono irónico” y que “es la misma historia de siempre: la mujer es la culpable. Contra eso es lo que debemos luchar con determinación”. En relación al caso de As Ermidas, comentó que “seguramente, algunas personas sabían lo que ocurría en esa casa, y nadie denunció ni puso en manos de los servicios sociales estas situaciones”.

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En las calles de As Ermidas, un repartidor de pan destacó la amabilidad de la fallecida, quien lo invitó “a bajar al santuario”. Un vecino comentó que “en público nunca los vimos discutir. De puertas para adentro, nadie sabe. Eran reservados”, mientras que otros señalaron que “el hombre era irascible”. Además, se escucharon voces que lamentaban que “ya no existe la relación que había antes entre los vecinos” y que en As Ermidas, “cuando falta alguien, se nota mucho el vacío”.

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