
La ciencia ha logrado identificar aproximadamente 5,000 exoplanetas, pero hasta el momento no se han encontrado señales de vida inteligente en ninguno de ellos. Los astrónomos más cautelosos sostienen una hipótesis que busca explicar esta aparente ausencia: los organismos complejos son extremadamente raros en el universo observable. El surgimiento de los seres humanos, tras 4,500 millones de años de evolución geobiológica, podría considerarse más un golpe de suerte o un accidente químico que un proceso inevitable.
Esta perspectiva pesimista sobre la vida inteligente encuentra respaldo en el modelo de los “pasos difíciles”, formulado en 1983 por el físico teórico Brandon Carter. Este modelo matemático sugiere que los momentos cruciales en la evolución de la vida son tan improbables que las posibilidades de que se desarrollen en una única línea evolutiva son mínimas. Incluso en un planeta habitable similar a la Tierra y orbitando una estrella como el Sol, la aparición de una civilización como la nuestra sería un evento excepcional.
La vida se abrirá paso, si todo está en su lugar
Un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Pennsylvania, en Estados Unidos, desafía esta visión sobre el improbable surgimiento de la vida inteligente. En un artículo publicado en Science Advances, proponen una reevaluación del modelo de los pasos difíciles, sugiriendo que la aparición de vida compleja está directamente relacionada con el comportamiento geológico del planeta y su antigüedad.
Los autores del estudio argumentan que esos hitos evolutivos no son tan extraordinarios dentro de un contexto de evolución planetaria. Siempre que un planeta comience en un estado que permita la vida, el surgimiento de un organismo complejo con inteligencia similar a la humana se producirá cuando se den las condiciones adecuadas. Esto sugiere que la aparición de una civilización podría ser predecible, ocurriendo en el momento justo, ni antes ni después.
“La evolución de la vida compleja puede depender menos de la suerte y más de la interacción entre la vida y su entorno, lo que abre nuevas y emocionantes vías de investigación para comprender nuestros orígenes”, comentaron los investigadores.
La improbabilidad de la vida inteligente
Para que una persona pueda hoy caminar y cumplir con sus obligaciones, han sido necesarios 4,500 millones de años de evolución biológica y planetaria. Este camino no ha sido sencillo. Primero, se necesitó un planeta con condiciones templadas, un campo magnético, agua y una atmósfera adecuada. Posteriormente, de una sopa química, surgieron las primeras formas de vida unicelular. También fue esencial un proceso de oxigenación global y la aparición de la fotosíntesis en las bacterias. Luego, se desarrollaron organismos multicelulares y se diversificaron los reinos animal y vegetal, atravesando diversas eras y extinciones masivas. Finalmente, los mamíferos evolucionaron, dando paso a los primates y homínidos, hasta que en algún punto de la historia apareció el Homo sapiens, junto con el lenguaje y la capacidad de transmitir conocimiento acumulativo.
El modelo de pasos difíciles, que se originó en el ámbito de la astrofísica, sostiene que la vida compleja e inteligente es rara, comparándola con la longevidad de una estrella enana amarilla. El Sol tiene una vida útil de aproximadamente 10,000 millones de años y ya ha consumido la mitad de su combustible, mientras que una civilización como la humana apenas está comenzando a emerger. Si los seres complejos fueran comunes, deberían haber aparecido en un tiempo relativamente corto, considerando el “oasis” que representa la Tierra, según este modelo.
Un nuevo enfoque para la búsqueda de vida
Sin embargo, los expertos advierten que medir la probabilidad de vida en función de la edad del Sol o con escalas astronómicas no resulta eficiente. En su lugar, sugieren un enfoque que considere el ritmo planetario, adoptando una perspectiva multidisciplinaria que involucre a biólogos, geólogos y químicos. Desde que se formuló el modelo en 1983, se han realizado nuevos descubrimientos sobre rasgos inteligentes que antes se consideraban exclusivos de los seres humanos, como la capacidad de ciertos animales para utilizar herramientas complejas y desarrollar sistemas de comunicación sofisticados.
Con este nuevo marco de investigación, las probabilidades de encontrar vida inteligente se incrementan. «En lugar de una serie de eventos improbables, la evolución podría ser un proceso más predecible, que se desarrolla en función de las condiciones globales. Nuestro modelo no solo se aplica a la Tierra, sino también a otros planetas, lo que aumenta la posibilidad de que exista vida similar a la nuestra en otros lugares”, concluyeron los investigadores.