mayo 24, 2025

Todo lo que debes conocer sobre las fases del sueño

El sueño es un proceso biológico esencial y complejo en el que el cerebro permanece activo. Más que un simple estado de reposo, representa una intensa y estructurada actividad cerebral, caracterizada por ciclos organizados en cinco fases de sueño distintas. En las últimas décadas, la ciencia ha investigado a fondo estas fases, revelando su crucial importancia para la supervivencia: durante las diferentes etapas del sueño, nuestro cuerpo se regenera, el sistema inmunológico se fortalece, los recuerdos se consolidan y el cerebro se «limpia». Recientemente, los avances en investigación y tecnología han permitido una mejor comprensión de los mecanismos que regulan el sueño, incluso identificando interruptores moleculares asociados a las etapas del sueño, lo que podría transformar el tratamiento de diversos trastornos neurológicos.

El dulce sueño

El sueño es un proceso fundamental no solo para el bienestar, sino también para la salud y la supervivencia. Un estudio realizado en 1995 demostró que las ratas de laboratorio privadas de sueño desarrollaban problemas neurológicos y metabólicos que las llevaban a la muerte en pocas semanas. La privación del sueño ha sido utilizada, lamentablemente, como método de tortura, descrita por Amnistía Internacional como «más despiadada que la privación de alimentos y agua» y «cruel, inhumano y degradante».

Durante el sueño, el cerebro trabaja arduamente para procesar y organizar la información adquirida durante el día, trasladándola de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo. Este proceso de consolidación de la memoria es vital no solo para el aprendizaje, sino también para estimular la creatividad y mejorar las capacidades cognitivas. Diversos estudios han identificado otros beneficios de un sueño adecuado y de calidad, así como las consecuencias negativas de un sueño insuficiente y fragmentado. En primer lugar, dormir bien refuerza el sistema inmunitario, manteniéndolo activo y listo para combatir agentes patógenos; quienes duermen menos de seis horas por noche son más susceptibles a infecciones comunes como los resfriados. Además, el sueño juega un papel crucial en la regulación del peso corporal, ya que se ha observado que la falta de sueño altera los niveles de las hormonas del hambre, como la leptina y la grelina, lo que puede llevar a un aumento del apetito y a elecciones alimenticias menos saludables. También es beneficioso para el corazón, ya que durante el sueño, la presión arterial disminuye y el corazón puede «relajarse». Finalmente, el sueño es esencial para la limpieza del cerebro, que activa mecanismos para eliminar toxinas acumuladas durante el día, un proceso fundamental para prevenir enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.

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Las etapas del sueño: un ciclo complejo

Examinemos las etapas del sueño. La ciencia ha identificado cinco fases, agrupadas en dos macrocategorías: la fase ‘no REM’ (sin movimientos oculares rápidos), o sueño tranquilo, y la fase ‘REM’, o sueño activo. Estas fases se suceden en ciclos de aproximadamente 90-110 minutos que se repiten varias veces durante la noche. Tras conciliar el sueño, se transita progresivamente por todas las fases, alcanzando la fase REM alrededor de 60-70 minutos después de dormir.

La fase no REM representa alrededor del 75% del sueño total y se divide en cuatro etapas, durante las cuales el sueño se vuelve progresivamente más profundo. Comienza con el adormecimiento, que es la transición de la vigilia al sueño. Esta fase, que dura entre 5 y 10 minutos, se caracteriza por la relajación del cuerpo y puede incluir breves contracciones musculares involuntarias, a veces acompañadas de la extraña sensación de caer. La actividad cerebral en esta fase se caracteriza por las ondas alfa, con frecuencias de entre 8 y 13 hercios, típicas del estado de relajación profunda. En esta etapa, aún somos parcialmente conscientes de nuestro entorno y podemos despertarnos fácilmente por estímulos externos. La respiración se vuelve más regular, los músculos se relajan y la temperatura corporal comienza a descender, preparando el cuerpo para las fases más profundas del sueño.

Quedarse dormidos

Una vez que nos quedamos dormidos, entramos en la fase de sueño ligero, que abarca aproximadamente el 50% del tiempo total de sueño en los adultos. El ritmo cardíaco se ralentiza aún más, los movimientos oculares cesan casi por completo y los músculos se relajan. En esta fase, es más difícil despertarse por estímulos externos. La actividad cerebral se caracteriza por las ondas theta, que están relacionadas con nuestras capacidades reflexivas e imaginativas y son importantes para promover la relajación profunda y aliviar el estrés y la ansiedad. Durante esta fase, también aparecen los complejos K y husos de sueño, patrones de ondas cerebrales que ayudan a proteger el sueño de perturbaciones externas y contribuyen a la consolidación de la memoria.

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Luego, se produce el sueño profundo, una etapa en la que despertar se vuelve difícil y, si ocurre, puede dejar una sensación de confusión. El metabolismo se ralentiza considerablemente y la actividad cerebral cambia notablemente: a las ondas theta se suman las ondas delta, que son más lentas (0.1-3 hercios), regulares y de mayor amplitud. Esta actividad cerebral es típica del sueño profundo sin sueños y está relacionada con funciones involuntarias del organismo, como los latidos del corazón y la digestión. Durante esta etapa, el cuerpo inicia procesos de regeneración celular y recuperación física, mientras que el sistema inmunitario opera con mayor eficacia.

El teatro de los sueños

La fase final del sueño, y quizás la más fascinante, es la fase REM, o Movimiento Ocular Rápido, que representa aproximadamente una cuarta parte del sueño total en los adultos. Esta fase se caracteriza por una intensa actividad cerebral, comparable a la del estado de vigilia, a pesar de que se encuentra en una fase de sueño profundo. Durante

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