
En 2005, por primera vez en la historia, se prohibieron los teléfonos celulares durante el cónclave, el proceso mediante el cual la Iglesia católica elige a su nuevo papa. Ahora, 20 años después, tras el fallecimiento del papa Francisco, este mecanismo de elección se activa nuevamente. Las autoridades tienen dos prioridades fundamentales: garantizar la integridad de los asistentes a la reunión y asegurar que el proceso se lleve a cabo en un estricto secreto, bajo penas de excomunión y prisión, hasta que se tome la decisión final.
Para 2025, el cuerpo de gendarmería que protege la Ciudad del Vaticano se enfrenta a desafíos tecnológicos sin precedentes en comparación con cónclaves anteriores. Entre estos desafíos se encuentran los sistemas de inteligencia artificial, drones, satélites militares, micrófonos microscópicos, estrategias de infodemia y un mundo constantemente conectado e informado a través de las redes sociales.
Preparativos para el cónclave
El cónclave debe llevarse a cabo aproximadamente 20 días después de la muerte del papa. El Vaticano y la Santa Sede se están preparando para la llegada de los cardenales que votarán por el próximo líder de la fe católica. Los cuerpos de emergencia y control también están trabajando en ello, utilizando tecnología de última generación. Hasta el momento, no se han compartido detalles sobre sus dispositivos de seguridad, pero cuentan con experiencia en la protección de figuras de alto perfil frente a los riesgos tecnológicos actuales.
La elección de Jorge Mario Bergoglio, verdadero nombre del papa Francisco, como sumo pontífice en 2013, es un claro ejemplo de las rigurosas estrategias de seguridad que se implementarán en el próximo cónclave.
Medidas de seguridad y control de tecnología
El Vaticano tiene acceso a internet, pero dentro de las áreas donde residirán los cardenales y votarán por el nuevo papa se instalarán inhibidores de señal. Esta tecnología impide que dos dispositivos se comuniquen entre sí mediante interferencias de radiofrecuencia, convirtiendo la sede en un verdadero búnker electrónico. Así, si alguien lograra introducir un micrófono, teléfono o computadora, no podría transmitir información.
A pesar de ello, la posibilidad de que el personal administrativo o los propios cardenales introduzcan tecnología es remota. Las autoridades inspeccionan el edificio durante días en busca de micrófonos o cámaras no autorizadas, revisan a cada asistente permitido y registran a los participantes en dos ocasiones.
Estrategias contra el espionaje
Los satélites contemporáneos son capaces de capturar imágenes de rostros desde el espacio, y una inteligencia artificial puede interpretar el movimiento de los labios. Sin embargo, dado que actualmente no existe tecnología que permita ver a través de las paredes con alta resolución, la mejor estrategia contra el espionaje en el cónclave es cerrar puertas y ventanas.
Durante las reuniones y en los dormitorios, los votantes no pueden asomarse al exterior. Además, antes de su llegada, el personal del Vaticano coloca películas opacas sobre las ventanas para que ningún periodista, satélite o dron pueda tomar fotografías del interior.
Un Vaticano bajo vigilancia constante
El Vaticano, con una extensión de solo 0.44 kilómetros cuadrados, es la nación más pequeña del mundo. Hasta 2018, contaba con 650 cámaras vigilando sus calles, operadas desde un centro de mando subterráneo. Dentro de su territorio se encuentra el Cuerpo de Gendarmería de la Ciudad del Vaticano, que actúa como la policía convencional, y la Guardia Suiza Pontificia, que funciona como un ejército. Aunque en las fotografías parecen elementos con trajes antiguos y alabardas, esta última corporación está compuesta por personal altamente capacitado y armado con ametralladoras, fusiles y explosivos.
Se estima que alrededor de 200,000 personas estarán presentes en la pequeña ciudad-Estado una vez que el cónclave haya determinado el nombre del sucesor del papa Francisco.