mayo 25, 2025

Razones detrás de la excesiva limpieza en la Estación Espacial Internacional y su impacto en la salud de los astronautas

La Estación Espacial Internacional (EEI) es un lugar que despierta nuestra fascinación. A 400 km de la Tierra, los astronautas experimentan una vida completamente diferente. Su manera de trabajar, alimentarse (sacrificando en gran medida los placeres culinarios), descansar, utilizar el baño y asearse es radicalmente distinta. Su permanencia en órbita es crucial, no solo para avanzar en nuestros conocimientos, sino también para prepararnos para futuras misiones espaciales: cada hallazgo realizado en este entorno puede resultar valioso.

Un ejemplo reciente es un estudio publicado en Cell, donde un equipo de investigadores mapeó la presencia de diversos microorganismos en nuestro hogar orbital, creando una especie de «microbiota de la estación espacial». Los resultados son claros: la EEI se asemeja a una planta industrial, lo que podría plantear serios problemas.

Investigación sobre microorganismos en la EEI

Los investigadores decidieron llevar a cabo este estudio porque, aunque ya se habían realizado investigaciones sobre la presencia y caracterización de microbios en la EEI (un entorno muy controlado), faltaba una caracterización exhaustiva. Era necesario ir más allá del simple cultivo de muestras y centrarse en la identificación de posibles patógenos. Este enfoque más amplio se vio impulsado por la asociación entre entornos con escasa diversidad bacteriana y la aparición de trastornos inflamatorios en la Tierra. Esto plantea la pregunta de si situaciones similares podrían estar detrás de molestias en el espacio, como erupciones cutáneas y alergias. Estas consideraciones motivaron a los investigadores a profundizar en el tema.

Para ello, realizaron un extenso muestreo de las superficies de la estación espacial (en el módulo estadounidense) que abarcó varios módulos, entre 2020 y 2021. Se limpiaron las superficies con hisopos y el material recolectado se analizó desde perspectivas genéticas y químicas para identificar las sustancias presentes. Este estudio es el más amplio de su tipo jamás realizado en la EEI, aunque los autores aclaran que su objetivo era identificar rastros de organismos y no determinar si estaban vivos en el momento de la recolección.

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Microbiomas específicos por módulo y actividad

Los resultados no sorprendieron: cada módulo tenía su propia firma microbiológica. Es decir, la composición microbiológica variaba según el uso humano y la frecuencia de actividades en cada módulo, más que por factores como temperatura, presión o radiación. Por ejemplo, los microbios y sustancias químicas asociadas a los alimentos eran más comunes en el Nodo 1, que se utiliza para almacenar y consumir comida. Los astronautas y sus diversas actividades son, en realidad, la principal fuente de contaminación microbiana.

Los investigadores también analizaron el origen de estos microorganismos. Los datos son claros: la piel humana es la principal fuente de contaminación, aunque el microbioma nasal y los materiales de construcción también contribuyen. Las bacterias del género Staphylococcus fueron las más prevalentes. Los análisis químicos revelaron la presencia de polifenoles, flavonoides, derivados del caucho, plastificantes, alcaloides, derivados del polietilenglicol y metabolitos urinarios, entre otros. Esta composición se atribuye a materiales de origen industrial, vegetales, así como a productos humanos y microbianos, alimentos y desinfectantes.

Similitudes con salas de aislamiento de covid-19

Todo esto indica que la presencia y actividades humanas, junto con la carga microbiana que llevamos, determinan la composición microbiológica y química de la EEI. No es de extrañar en un entorno tan confinado. Según los investigadores, este entorno comparte características con ciertos ambientes terrestres, específicamente aquellos menos contaminados y más controlados. Al comparar la diversidad microbiana de la EEI con varios entornos en la Tierra, se descubrió que nuestro hogar orbital es bastante pobre en este aspecto. En detalle, la diversidad microbiana en la estación espacial es limitada, similar a la de instalaciones donde se ensamblan sondas espaciales o se realizan simulaciones de covid-19.

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La ausencia de microorganismos ambientales terrestres, junto con el uso intensivo de desinfectantes y la limitada diversidad filogenética en comparación con entornos construidos en la Tierra, sugiere que el ambiente de la EEI podría no ser óptimo para apoyar la función inmune humana. Los futuros entornos construidos, incluidas las estaciones espaciales, podrían beneficiarse de la promoción intencional de comunidades microbianas diversas que imiten las exposiciones naturales de la Tierra, en lugar de depender de espacios altamente desinfectados. En otras palabras, es posible que llevemos microorganismos junto con nuestros objetos personales y materiales para experimentos en las plataformas de lanzamiento.

Comprender cómo se distribuyen los microorganismos en función de las actividades humanas podría ser clave para diseñar estos espacios confinados y reducir la contaminación no deseada.

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