
Las esferas de Dyson, a menudo consideradas el «santo grial» en la búsqueda de civilizaciones extraterrestres, son estructuras teóricas diseñadas para envolver una estrella y capturar su energía de forma prácticamente ilimitada. Esta idea se basa en la premisa de que una civilización avanzada no puede depender únicamente de los recursos de su propio planeta, por lo que necesitaría aprovechar la energía de su estrella más cercana.
A pesar de la fascinación que genera esta propuesta, los científicos advierten que las leyes físicas que rigen el comportamiento de los cuerpos estelares presentan obstáculos fundamentales para la construcción de una estructura de tal magnitud, al menos en la forma en que se ha concebido hasta ahora. El hipotético «anillo» o capa esférica que rodearía una estrella necesitaría mantener una posición extremadamente precisa para evitar volverse inestable. Incluso si en el futuro se desarrollan materiales capaces de soportar la enorme tensión, la estructura seguiría siendo vulnerable a las más mínimas perturbaciones gravitatorias o a la presión de radiación. Por el momento, las esferas de Dyson parecen estar condenadas a colapsar bajo la influencia de las estrellas.
Posibilidades de construcción
Recientemente, un investigador de la Universidad de Glasgow, Escocia, ha sugerido en un artículo publicado en Monthly Notice of the Royal Astronomical Society que la construcción de una esfera de Dyson no es completamente imposible. Sin embargo, para lograr la estabilidad de una estructura de este tipo, será esencial considerar entornos específicos en el universo, como los sistemas binarios de estrellas.
A diferencia de la Tierra, que orbita únicamente alrededor del Sol, existen regiones donde, a partir de una nube molecular de hidrógeno y helio, se han formado dos astros vinculados gravitacionalmente. En estos sistemas, los planetas, asteroides, lunas y otros objetos formados como remanentes están permanentemente influenciados por las dos estrellas que orbitan alrededor de un centro de masa común. Este entorno podría permitir la existencia de esferas de Dyson estables, según explica el ingeniero Colin R. McInnes.
Condiciones para la estabilidad
La clave radica en utilizar la estrella de menor tamaño dentro del sistema binario, de modo que las fuerzas gravitacionales ejercidas sobre la estructura se mantengan uniformes. El estudio identifica siete posibles configuraciones de distribución de masas y radios de anillos que garantizarían el equilibrio. Por ejemplo, se sugiere que un astro con la masa del Sol, acompañado por una enana marrón (estrella fallida), podría ser un escenario viable para la construcción de una esfera de Dyson.
“En principio, se pueden prever anillos artificiales estables en sistemas estrella-exoplaneta o exoplaneta-exoluna, mientras que también se pueden prever anillos estables en los equilibrios triangulares para grandes hábitats espaciales. La existencia de órbitas pasivamente estables para tales estructuras a gran escala puede tener implicaciones para las tecno-firmas en los estudios de búsqueda de inteligencia extraterrestre (SETI)”, se menciona en el artículo.
Implicaciones para la búsqueda de vida extraterrestre
La posibilidad de que los humanos construyan una esfera de Dyson es demasiado remota como para establecer cálculos estructurales o de recursos energéticos, pero esto no impide que se estudie la física necesaria para una construcción de escala planetaria. Un ejemplo de esto es el estudio de los anillos de Saturno.
Durante siglos, los instrumentos reflejaron estructuras sólidas o líquidas rodeando a Saturno, pero esta hipótesis contradecía algunas leyes físicas bien establecidas. En 1859, James Clerk Maxwell demostró matemáticamente que los anillos solo podían explicarse si estaban formados por partículas que orbitaban Saturno de manera independiente. Décadas después, con el avance de la tecnología, astrónomos confirmaron que los anillos planetarios estaban compuestos por residuos congelados.
En el ámbito de la búsqueda de vida extraterrestre, las hipotéticas esferas de Dyson resultan atractivas porque, aunque requieren niveles extraordinarios de desarrollo tecnológico y, dentro de la teoría, serían “raras”, podrían ser las estructuras tecnológicas más fáciles de detectar debido a la gran radiación infrarroja que emitirían.