
En una granja remota, situada en los límites de un imperio fascista, un burócrata gubernamental de rango medio lleva a cabo interrogatorios a sus víctimas. Bajo la excusa de realizar un censo, su verdadero objetivo es identificar a inmigrantes indocumentados. Cuando logra atrapar a una de sus presas, acorrala a una joven trabajadora migrante e intenta forzarla a mantener relaciones sexuales con él. Ante su negativa, su comportamiento se torna violento.
Esta escena resulta inquietantemente familiar en el contexto actual de Estados Unidos, donde agentes del ICE arrestan a inmigrantes (y a veces a ciudadanos) con una alarmante falta de rendición de cuentas. Sin embargo, esta granja no se encuentra en EE. UU. ni siquiera en nuestro planeta. En realidad, se trata de un fragmento de la segunda y última temporada de Andor, la aclamada serie de Star Wars que narra el surgimiento de la Alianza Rebelde bajo la ominosa sombra del Imperio Galáctico.
Un reflejo de la realidad contemporánea
Si al ver la nueva temporada de Andor te viene a la mente el giro autoritario que está tomando Estados Unidos, no es mera coincidencia. De hecho, podría argumentarse que este es precisamente el propósito de Star Wars. A lo largo de sus 47 años de historia, el Imperio ha funcionado como una metáfora de diversas realidades, desde Estados Unidos durante la guerra de Vietnam hasta la antigua Roma en tiempos de Julio César. Sin embargo, aunque el Imperio ha sido una metáfora versátil del fascismo, Andor parece marcar la primera vez, desde que Disney adquirió Lucasfilm por 4,000 millones de dólares, que esta metáfora se dirige de manera explícita hacia EE. UU.
“El Imperio es tanto increíblemente estable como increíblemente flexible como entidad sobre la cual colgar metáforas”, señala un historiador. “La audiencia comprende que el Imperio es malvado, por lo que eso no necesita ser explicado. No obstante, los detalles del Imperio han evolucionado con el tiempo para adaptarse a los cambios en la política del mundo real”.
Un cambio en la narrativa de Star Wars
Hasta ahora, la era Disney de Star Wars se ha caracterizado por una narrativa política insípida. En el Episodio VII —The Force Awakens—, los villanos son retratados con una estética y comportamiento que recuerdan a los nazis, un recurso caricaturesco que los presenta como malvados sin profundizar en el imperialismo contemporáneo. En general, la trilogía secuela se ha centrado en el significado de Star Wars en sí misma, sin ofrecer un comentario significativo sobre la política estadounidense. Cuando Lucasfilm, bajo Disney, intenta narrativas más ambiciosas, como en The Acolyte, no logra escapar de las exigencias corporativas ni del pequeño pero ruidoso fandom tóxico que busca arrastrar la franquicia hacia la derecha, tanto política como culturalmente.
Por esta razón, Andor se presenta como una victoria singular para Star Wars. No solo es lo mejor que ha surgido de la franquicia en años, sino que representa el intento más claro de Lucasfilm por regresar a un tipo de comentario político incisivo que caracterizó su era anterior a Disney. La primera temporada de Andor estableció las bases con un desarrollo cuidadoso de personajes y un mundo bien construido, mientras que la segunda temporada cumple con la promesa de ofrecer un contenido dolorosamente relevante en un momento en que muchos estadounidenses se enfrentan a la desintegración de la democracia que alguna vez consideraron indestructible.
Tramas entrelazadas y tensiones en el universo de Star Wars
En los primeros tres episodios de la segunda temporada de Andor, que comenzó a transmitirse en Disney+ el 22 de abril, una de las múltiples tramas entrelazadas nos lleva a Mina-Rau, un planeta agrícola en el Borde Exterior de la galaxia de Star Wars. Allí, un grupo de soldados rebeldes se hace pasar por mecánicos independientes. Entre ellos se encuentra Bix (Adria Arjona), una fugitiva que se oculta en Mina-Rau sin la documentación necesaria. Por lo tanto, cuando un escuadrón de soldados imperiales llega para llevar a cabo un “censo de suministros” no anunciado, Bix se siente profundamente preocupada.