
Antes de la llegada de los europeos, en Mesoamérica no existían animales de carga. El transporte se realizaba mediante canoas en las lagunas y a través de los tamemes, personas que trasladaban cargas de manera eficiente por un sistema de caminos bien estructurado. La información viajaba junto con las mercancías, a la misma velocidad. En este contexto, la tecnología marítima en los valles centrales de México experimentó una notable innovación, impulsada por la creciente necesidad de intercambio comercial y el control territorial ejercido por las fuerzas de Moctezuma.
Al inicio del siglo XVI, la imponente ciudad de México-Tenochtitlan se ubicaba en un lugar singular, rodeada por al menos cinco grandes lagunas y conectada a tierra firme a través de tres amplias calzadas. Cada calzada contaba con puentes de madera que podían ser retirados en caso de ataque o inundación.
Un sistema de transporte único
Esta descripción, aunque sencilla, revela aspectos profundos relacionados con la geografía de la Cuenca de México. Bernal Díaz del Castillo menciona que había al menos 60,000 canoas navegando por las lagunas, utilizadas no solo para transportar productos, sino también personas, noticias e ideas.
El sistema urbano de Tenochtitlan, único en el mundo, dependía del desarrollo constante de dos elementos cruciales: la tecnología para controlar el nivel del agua en las islas habitadas y las embarcaciones adecuadas para el transporte y la navegación ágil. Este aspecto fue fundamental en el desarrollo tecnológico mexica relacionado con las lagunas, y a menudo incomprendido por los conquistadores.
La vulnerabilidad de Tenochtitlan
Es esencial comprender a Tenochtitlan como una ciudad flotante que dependía de alimentos y materiales importados desde diversos lugares, algunos de ellos bastante alejados de la cuenca. Esta vulnerabilidad, que formaba parte de la identidad de la ciudad, se basaba en el sistema lagunar. Al norte, las aguas eran extremadamente salinas debido a las características geológicas del subsuelo texcocano, mientras que al sur, las aguas eran más adecuadas para la agricultura, alimentadas por los manantiales de Xochimilco, Iztapalapa y Coyoacán. Esto permitía el cultivo de alimentos como amaranto, calabaza, frijol, maíz y chile en chinampas, pequeñas parcelas de tierra artificial rodeadas de agua y permanentemente irrigadas, lo que las hacía inusualmente fértiles.
Este delicado equilibrio requería el desarrollo constante de soluciones prácticas que hoy consideraríamos innovadoras. La alimentación de la densa población de Tenochtitlan, estimada en al menos 200,000 habitantes, se sustentaba en la estabilidad del sistema lagunar y agrícola del sur de la cuenca.