
Un análisis innovador de los dientes fosilizados del Otodus megalodon, el pez depredador más grande que ha existido, ha revelado que su dieta no se limitaba únicamente a grandes mamíferos como las ballenas. En situaciones de escasez de presas, esta criatura prehistórica era capaz de buscar alimento entre organismos de niveles inferiores en la cadena alimentaria.
Las estimaciones actuales sugieren que el megalodón podía alcanzar longitudes de hasta 24 metros y pesar entre 60 y 100 toneladas. Una criatura de tales dimensiones requería aproximadamente 100,000 calorías diarias, según los paleontólogos. Debido a sus enormes necesidades energéticas, se ha creído durante mucho tiempo que este depredador se alimentaba principalmente de las ballenas, el segundo organismo más grande de su época.
Un hallazgo revelador
No obstante, una reciente investigación realizada por científicos de la Universidad Goethe de Frankfurt ha encontrado evidencia de que, hace 18 millones de años, el megalodón seleccionaba su alimento de la amplia variedad de organismos presentes en su ecosistema, dependiendo de la disponibilidad de recursos. Este descubrimiento es crucial para entender la relación entre el enigmático depredador y su entorno.
A pesar de ser una de las criaturas marinas prehistóricas más reconocidas, la paleontología cuenta con pocas pistas que permitan inferir la naturaleza del megalodón. Los únicos fósiles que se han conservado son dientes, cada uno del tamaño de una mano, lo que da origen a su nombre, que significa “diente grande”. A partir de estos restos, se han estimado características como el tamaño, el peso y, más recientemente, el comportamiento del depredador.
Análisis de la dieta
En esta investigación, los científicos analizaron la concentración de zinc en los dientes del megalodón para explorar las huellas de su dieta. El zinc absorbido por el depredador permite identificar el nivel de la cadena alimentaria al que pertenecía su alimentación. El estudio, publicado en Earth and Planetary Science Letters, encontró que los dientes presentaban una menor cantidad de isótopos de zinc-66 en comparación con el zinc-64. Este elemento se “reutiliza” en el funcionamiento de cada organismo, y su peso atómico disminuye a medida que se desciende en la cadena alimentaria.
Por ejemplo, una ballena, que se encuentra en la cima de la cadena, aporta principalmente zinc-66 al depredador principal, mientras que los peces que se alimentan de los restos de una ballena presentan proporciones más altas de zinc-64. “El megalodón era, sin duda, lo suficientemente flexible como para alimentarse de mamíferos marinos y peces grandes, tanto de la cima de la pirámide alimentaria como de los niveles inferiores”, afirmaron los investigadores.
Limitaciones en la investigación
Los paleontólogos deben aprender a investigar la historia del megalodón únicamente a través de sus dientes, ya que es poco probable que se haya preservado algo más de esta criatura hasta nuestros días. Los tiburones tienen un esqueleto compuesto principalmente de cartílago, el cual se degrada y fosiliza con mucha menos frecuencia que los huesos, lo que limita las evidencias disponibles para el estudio.
