mayo 24, 2025

La confianza se ha desmoronado en la era de la inteligencia artificial

La situación podría haber parecido común: una videoconferencia empresarial, con ejecutivos conectados desde diferentes sedes y un CFO británico dirigiendo la reunión desde Londres. Sin embargo, lo que nadie sabía era que ese CFO era una creación ficticia. Se trataba de un deepfake, una simulación elaborada por estafadores que utilizaron inteligencia artificial para hacerse pasar por él. La reunión continuó sin contratiempos y, siguiendo sus instrucciones, un empleado transfirió 25 millones de dólares. Nunca sospechó, ya que todo —la voz, los gestos, el rostro y la jerarquía— parecía completamente genuino.

Este incidente, que tuvo lugar en Hong Kong a principios de 2024, no es un caso aislado. Es un reflejo de un problema más profundo: la erosión de la confianza humana en la era de la inteligencia artificial. ¿Qué ocurre cuando ya no podemos confiar en lo que vemos? ¿Qué sucede cuando, incluso dentro de tu propia organización, el rostro que aparece en la pantalla puede ser una falsedad perfectamente elaborada?


Confianza: el pegamento invisible de la vida social

Desde el siglo XVII hasta la actualidad, la filosofía política y la sociología han coincidido en un punto crucial: sin confianza, no hay posibilidad de sociedad.

  • Thomas Hobbes imaginó un mundo sin normas, donde la desconfianza prevalece. En su «estado de naturaleza», todos temen a los demás, y la única solución es ceder poder a un soberano que imponga el orden. En su modelo, la confianza se establece a través de la fuerza del castigo: es la base mínima para la cooperación.
  • John Locke, por otro lado, consideró la confianza como un acto más voluntario y moral: los ciudadanos renuncian a parte de su libertad al gobierno con la expectativa de que este los protegerá. El poder es «fiduciario»: solo funciona si el pueblo cree en su legitimidad.
  • Émile Durkheim llevó esta idea al núcleo del tejido social moderno: una sociedad solo puede funcionar si los individuos, interdependientes, confían en que los demás cumplirán su papel. Sin esa expectativa compartida, se produce la anomia, el caos normativo.
  • Georg Simmel fue aún más preciso al señalar que ni siquiera podemos comprar pan sin confiar. La vida cotidiana se basa en interacciones con desconocidos en las que, sin pruebas absolutas, apostamos por la honestidad de los demás.
  • Niklas Luhmann lo resumió de manera clara: la confianza es lo que nos permite actuar en un mundo complejo. Sin ella, estaríamos paralizados por dudas infinitas.
  • Anthony Giddens habló de «seguridad ontológica»: esa sensación de que el mundo sigue un orden predecible. Cuando eso se quiebra, no solo nos sentimos inseguros, sino también perdidos.
Leer:  Pocket Ace, la consola retro de AYANEO inspirada en Nintendo

¿Y qué relación tiene todo esto con la inteligencia artificial? La respuesta es fundamental.

IA: una amenaza estructural a la confianza moderna

Lo que antes eran certezas —la voz de un jefe, una imagen en redes sociales, una firma digital— ahora pueden ser meras simulaciones.

La inteligencia artificial no solo reemplaza tareas, sino que también desplaza certezas sociales. Lo que vemos y escuchamos puede haber sido creado por alguien (o algo) con intenciones poco claras. Ejemplos como los deepfakes socavan la confianza visual, mientras que los textos generados automáticamente debilitan la noción de autoría y responsabilidad.

Noticias relacionadas