
¿Qué nos hace humanos? Esta interrogante ha sido objeto de reflexión a lo largo de la historia, especialmente en los ámbitos de la filosofía, la ciencia y la religión. La cuestión no se centra tanto en si somos humanos, sino en lo que realmente entendemos sobre la interacción con los demás en una dimensión social, sensorial, individual y relacional. El pensamiento feminista, con su habilidad para deconstruir categorías rígidas y evidencias biológicas, ha desmantelado la noción de que la feminidad es un atributo natural. En su obra The Second Sex (El segundo sexo), se establece que «no se nace mujer, se llega a serlo». Como señala la autora, «solo la mediación de los otros puede asignar a un individuo la parte de lo otro».
En esta tensión entre la identidad impuesta y la identidad elegida, surgen preguntas aún más intrigantes. Si la humanidad puede ser deconstruida, ¿qué sucede cuando el individuo que se cuestiona no está seguro de su propia naturaleza? Por ejemplo, ¿es posible ser un androide y no tener conocimiento de ello? Quizás la introspección no sea el camino hacia la verdad, sino la percepción del otro: un yo igualmente artificial que se convierte en un espejo revelador. Este dilema ético y ontológico plantea una inquietante cuestión: si nuestra identidad se define por nuestra percepción de nosotros mismos, ¿qué ocurre cuando esta percepción es influenciada por otro autómata? La línea entre la carne y el silicio podría ser más tenue de lo que imaginamos.
Explorando la frontera entre lo humano y lo artificial
La obra holandesa I’m Not a Robot (No soy un robot), ganadora del Oscar 2025 en la categoría de Mejor Cortometraje, disponible en YouTube, se adentra en esta reflexión, examinando la delgada línea que separa lo humano de lo artificial y cuestionando la percepción de la identidad mediada por el otro. La película, escrita y dirigida por Victoria Warmerdam, utiliza como pretexto un simple test CAPTCHA, una prueba de Turing automática y pública que distingue entre computadoras y humanos, representada por la casilla que dice: «No soy un robot».
La narrativa nos introduce en la vida de Lara, una productora musical. Mientras trabaja en su computadora, la interfaz le presenta diversas solicitudes: identificar elementos en una serie de imágenes y marcar una casilla para demostrar que no es un robot. Sin embargo, Lara falla en la prueba CAPTCHA. Tras varios intentos fallidos, decide contactar al servicio técnico, pero en lugar de recibir ayuda para solucionar el problema, la operadora plantea una inquietante pregunta: ¿y si Lara realmente es un robot? Angustiada y frustrada, Lara llama a su compañero Daan, buscando apoyo moral que confirme su humanidad. Sin embargo, Daan le revela una verdad inesperada que la lleva a una profunda crisis existencial.