
El Eternauta, la adaptación de Netflix de la célebre historieta argentina, representa una reencarnación visual de un mundo que ha atravesado décadas de historia y memoria colectiva, manteniendo su carga política intacta. Llevar a la pantalla esta obra maestra de Héctor Oesterheld y Francisco Solano López implica enfrentarse no solo a un relato de ciencia ficción, sino también a un artefacto narrativo que está impregnado de reflexiones éticas y sociales. Esta obra, que predijo de manera inquietante el curso de la historia argentina, se presenta hoy como un material incendiario que aborda la fragilidad de nuestros ecosistemas y la vulnerabilidad de la civilización tecnológica.
Un cómic nacido de la resistencia
Cuando Oesterheld retrató la sociedad argentina en su historieta en 1957, lo hizo con un propósito claro: dar voz, de manera potente y original, a un pensamiento y una conciencia políticos que se encontraban en un terreno hostil en ese momento de la historia. Con una lucidez profética, Oesterheld anticipó los mecanismos totalitarios que culminarían en la represión y la censura. Su propia vida se vio afectada por esta dictadura, ya que en 1978 fue secuestrado por un escuadrón militar y desde entonces no se ha vuelto a saber de él.
En la actualidad, El Eternauta se presenta como una ambiciosa producción dirigida por Bruno Stagnaro, que da forma a seis episodios cargados de tensión y belleza crepuscular. Esta adaptación ofrece una mirada cruda y afilada a un presente que adquiere un significado aún más inquietante. La historia comienza con una nevada anormal y fantasmal que cae sobre las calles de Buenos Aires. Cualquiera que entre en contacto con los copos muere al instante, y en medio de esta pesadilla, un grupo de supervivientes, entre los que se encuentran Juan Salvo y Tano, se refugia en espacios cerrados. El mundo exterior se ha disuelto: no hay luz, no hay comunicación, y todos los aparatos están averiados.
La amenaza de lo invisible
La nieve, que mata silenciosamente al contacto, no solo simboliza la amenaza invisible del poder, sino que también evoca fenómenos tangibles observados en el ámbito de las ciencias ambientales y atmosféricas. Un detalle narrativo que podría parecer menor es el «colapso» de los cinturones de Van Allen, mencionado por Tano, interpretado por César Troncoso. Según él, este colapso es el origen de la mortífera nevada: «Es un anillo de partículas radiactivas que rodea la Tierra y se sostiene por la fuerza magnética de los dos polos; es como un escudo que protege a la Tierra de los vientos solares y otros agentes. Pero si los polos se anulan, nos llueven partículas radiactivas».
Tano, ingeniero eléctrico, plantea una inquietante teoría: los copos de nieve que caen sobre Buenos Aires son, en realidad, partículas radiactivas provenientes de los cinturones de Van Allen. El mal funcionamiento de su brújula lo lleva a sospechar que se está produciendo una inversión de los polos magnéticos de la Tierra. En la serie, las brújulas, que normalmente apuntan al norte, están desajustadas, sugiriendo que algo en el interior ha alterado o destruido el campo geomagnético. Según su teoría, una fuerza desconocida ha desencadenado una inversión de los polos, debilitando temporalmente la magnetosfera. Por lo tanto, lo que cae sobre sus cabezas no es simplemente nieve, sino «fragmentos de la banda de Van Allen en tiempo real».